Quince años de ausencia fue el costo de su éxito. De hecho, no era poca cosa el haber participado en el desarrollo de los primeros diodos emisores de luz multicolor completamente inorgánicos basados en puntos cuánticos coloidales encapsulados en un semiconductor de nitruro de galio, como asistente del doctor Klimov, líder del equipo de científicos del Laboratorio de la Universidad de Varsovia.

No era poca cosa el haber tenido que contar una a una, cada partida, sin poder estar con ellos: el accidente aéreo de la madre haciendo sus exploraciones en la amazonía; el horrible choque del auto del hermano en la Javier Prado; el irreverente cáncer de la abuela; finalmente el suicido del padre, como epílogo de su soledad. Cada una de ellas dejando su cuota de tremendo vacío en ella y en la vieja casa familiar.

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Ya de regreso, no hace otra cosa que recorrer a diario las habitaciones vacías de los tres pisos: explora cada rincón al acecho de recuerdos; huele incesante los aromas húmedos de abrigos, chompas y vestidos en los roperos en busca de presencias; examina las decenas de adornos de vitrinas y mesitas de centro; repasa hoja a hoja cada libro, alerta a algún mensaje secreto; acaricia una y otra vez las fotos de viajes en cajón del mueble de la sala; descansa su soledad en la cama de la abuela mirando el cielo raso en busca de una señal, de una palabra secreta, de una clave que le permita iniciar la comunicación; se duerme arrullada por la culpa.

Los días transcurren testigos del abandono y el deterioro de la casa, del polvo que se acumula sobre los muebles añejos, de las sábanas que se van amontonando tras la puerta del baño principal, de los platos y tazas que se apilan en el caño de la cocina, del montón de cajas de Kentucky multiplicándose en el patio, de los anuncios, recibos y cartas debajo de la puerta. Como la última, de su prima de Miami, avisándole de su próximo viaje a Lima, para visitarla.

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“¡Claro!” Afirma con total convicción. “¡Si tomamos en cuenta que los nanocristales semiconductores son atractivos emisores de luz a escala nanométrica, que combinan parámetros controlables y altas eficiencias de emisión con flexibilidad química y fotoestabilidad excelente; y, que la conexión eléctrica a los puntos cuánticos que utiliza un haz de átomos neutros de nitrógeno de alta energía para hacer crecer las capas de GaN, al permitir su encapsulamiento a baja temperatura, no afecta de forma adversa a sus propiedades de luminiscencia; entonces, se puede emitir luz de uno o dos colores diferentes!!!”  Exclama presa de la euforia.

Desempacó notas y literatura indescifrables; hizo consultas virtuales a sus compañeros de equipo en la Universidad; se agenció de químicos y substancias raras; encargó por internet piezas y aditamentos de lo que sería una réplica de su laboratorio varsoviano, el mismo que fue ganando espacio en la sala principal. Sillas, lámparas, adornos, tapasoles, sofás y hasta el estéreo Phillips de los 70s fueron arrumados, cediendo sus lugares a esa maraña de tubos, enchufes y electrodos, bajo las atentas miradas de los retratos de los abuelos colgados en la pared.

Días y noches laboriosas. Jornadas obsesivas. La sala convertida en único lugar de estadía. Los cafés y cigarrillos reemplazando cualquier vestigio de alimento respetable. El viejo sillón transformado en cama y las cortinas en cobertores. La ropa usada en esos días arrumadas tras la puerta del baño de visitas.

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La prima recién llegada de Miami hace unas llamadas desde la sala de espera. Luego de media hora sale del aeropuerto, aborda un taxi y se dirige hacia la vieja casa de la familia. Se muestra un tanto inquieta porque no vino a recibirla y tampoco responde el celular.

Ya en la puerta, toca insistentemente el timbre, sin suerte. Decide usar su vieja llave (que por suerte trajo consigo). Ingresa abriéndose paso entre cajas, plásticos y empaques de platino. Se esfuerza por ver en medio de esa extraña penumbra que invade la sala. Se detiene delante de ella, que yace inerte en el suelo, al lado de su original invento. Al frente, la abuela, los padres y el hermano observan la escena con inenarrable espanto.

Walter Melgar Paz

20 de octubre de 2005