Una noche de agosto, Luis Fernando Goytisolo, reputado sicoanalista y asiduo visitante del café que cerró por causas poco exploradas por los medios que se ocupan de los asuntos propios de la intelectualidad citadina, una noche de agosto, digo, Luis Fernando Goytisolo sorprendió a sus seguidores del Facebook con un directo, lacónico y desconcertante anuncio:

“Hace unos días he recibido una solicitud de amistad mía. No sé si confirmar. No parece ser yo.”

Las respuestas de sus amistades y seguidores no se dejaron esperar.

¡Una gran oportunidad, no la desperdicies! ¡A lo mejor hasta ya tiene novia! Ello debido a que Luis Fernando vivía solo y había llegado a la lamentable conclusión de que no tenía ganas ni clase para poder emparejarse nuevamente.

¡Quizá sea él quien hace las caminatas más largas por la Huaca, que tanto te sorprende a ti mismo! Y es que Luis Fernando acostumbraba a pequeñas caminatas diarias que no pasaban de las dos manzanas, las mismas que se ampliaron notable y sorprendentemente en época de confinamiento por la pandemia.

Te recomiendo que primero indagues en su cuenta, quién es. No vaya a ser que, efectivamente sea alguien que no eres tú. Recomendación de cautela, entendible si consideramos que Luis Fernando era una persona exageradamente confiada y que esta cualidad le había costado más de una experiencia desagradable.

¡De repente hasta ya eres tu amigo! Tendrías que revisar tu lista y verificarlo. Le sugirió otra de sus amistades, en tanto Luis Fernando era muy conocido y afable, pero también desordenado, o más bien distraído, con las cosas cotidianas de la vida, como ponerse los calcetines del mismo par o manejar sus redes sociales.

Es verdad. A lo mejor ya me tengo en Facebook y no me he dado cuenta. Sentenció Luis Fernando, no sin advertir una pequeña contradicción en su afirmación. Pero, si ya me tengo como amigo, cómo así voy a volver a recibir una solicitud de amistad mía, nuevamente. Se preguntó.

Salvo que -ensayó una explicación alternativa-, al ser Luis Fernando, sea también despistado y no haya considerado que ya me tenía en su lista de amistades y, sin proponérselo, esté duplicando la invitación.

Pero, por otro lado (continuó interrogándose), por qué tendría que invitarme por Facebook, sabiendo que existe la posibilidad de que mantenga la solicitud pendiente de ser aceptada, o en el peor de los casos, la elimine.

Sus cavilaciones fueron interrumpidas y desplazadas solo por aquellos deseos incontenibles por el aroma balsámico, el sabor a frutos negros maduros y el color cereza bastante cubierto, de un Marqués de Riscal.

Envuelto ya en otros pensamientos y tras súbito sobresalto, dejó su copa vacía en la mesa auxiliar, al costado de la lampara, se paró con algo de dificultad de la butaca y se dirigió a la puerta de su departamento, para atender el inusual llamado.

Hola Luis Fernando. Qué tal Luis Fernando. Pues, hace días que traté de contactarte y no tuve éxito, y bueno, no me quedó otra que venir a verte. Entiendo… dime, para qué soy bueno. Nada, simplemente considero que ya cumpliste y es hora de encargarme de las cosas, pero no te preocupes, todo va a continuar igual. De acuerdo… entonces, qué tendría que hacer. Pues, solamente coger tu chamarra y salir del departamento. ¿Eso es todo? Eso es todo.

A la mañana siguiente, todos los seguidores recibimos por Facebook el habitual saludo de Luis Fernando Goytisolo, reputado sicoanalista y asiduo visitante del café que cerró por causas poco exploradas en los medios que se ocupan de los asuntos propios de la intelectualidad citadina.

Parecía el mismo de siempre.

W.M.P. / 5 de abril del 2021

[Basado en una historia real, acontecida a mediados de agosto del 2020, tal como lo pueden verificar haciendo una simple indagación en internet]